El debate promueve el ejercicio intelectual, y pone a prueba las
ideas propias. Debatir con alguien que piensa diferente implica salir de la
zona de confort, y sacrificar esa comodidad en pos de recibir nuevos abordajes
y enfoques sobre la cuestión planteada, es poder conocer que opina el otro. El
debate es importante y un fundamental, entre aquellos que no seguimos dogmas
inmaculados, entre los que no argumentamos en base de la fe y la pasiones.
Convertirse en “abogado del diablo”, como dice Benegas Lynch (h) a sus alumnos, es una buena forma de testear
ideas de las que uno está convencido, pero mucho mejor es involucrarse en una
discusión con aquellos que piensan totalmente diferente.
Esta introducción viene a colación de una charla-debate a a la que
asistí a comienzos de este año titulado "Drogas: distintos enoques en
torno al tema de la legalización de drogas”, organizada por Nueva Generación, la agrupación juvenil
del partido Unión por Todos. En el intercambio de ideas que se suscitó una vez
terminada la extensa disertación del psiquiatra Dr. Enrique de Rosa, se produjo
un fructífero, aunque por momentos caótico, debate entre aquellos que nos postulábamos
por la derogación de la legislación prohibicionista, los menos, y aquellos que
promovían en mayor o menor medida, lo que el Dr. Thomas Szasz* llama un
estatismo terapéutico
.
Así y todo, y salvo algunos desubicados que proferían chistes
ante argumentos válidos sobre los efectos de la prohibición, el debate se llevó
adelante con respeto y buena fe. Uno de los argumentos que más me llamó la
atención fue esgrimido por el presidente de la agrupación, Martin Siracusa,
quién era el organizador de la charla-debate, al afirmar que “era imposible
hablar de que las drogas estén prohibidas, ya que hoy cualquier persona tenía
acceso a las sustancias declaradas ilegales, y lo que era necesario era
implementar políticas efectivas que nieguen el acceso a esas drogas”.
Respecto del argumento propuesto por Siracusa, vale conceder que
coincidimos en la realidad sobre el
estado actual de cosas. Hoy por hoy, las
drogas son de relativamente fácil acceso (no tan fácil como los fideos, sin
embargo), adquirir paco, cocaína, marihuana, y otras sustancias no requiere un
esfuerzo sublime. Partiendo de esta situación, sobre la que no hay ninguna
controversia en cuanto a su veracidad, creo que es necesario para verificar la
tesis en discusión, preguntarnos: ¿Se
han destinado los recursos necesarios para eliminar el fácil acceso a las
drogas?
En primer lugar, podemos referirnos a nuestro país, aunque no
creo que se pueda llegar a una respuesta concluyente. En Argentina la
prohibición se sostiene en tres pilares.
Por un lado, está vigente legislación
prohibicionista que persigue desde el productor hasta el simple tenedor de
determinadas sustancias (ley 27.737), además en el ámbito administrativo hay
una Secretaría de Programación para la
Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR –
creada por el Decreto 271/89), y el tercer pilar son los recursos destinados a las fuerzas de seguridad (PFA, Policía de la
Provincia de BA, Gendarmería, PSA, etc.) para la investigación y detención de
todo sujeto cuya conducta quede comprendida en los artículos de la ley
mencionada, y el decomiso de la mercadería ilegal. No obstante de las medidas mencionadas, cabe
dar lugar al beneficio de la duda, ya que la inexistencia de estadísticas
fiables en materia de consumo de drogas no nos permite afirmar que la
legislación sea ejecutada eficientemente, al no existir datos en cuanto a los
recursos destinados al combate de llamada Guerra Contra las Drogas. Teniendo en cuenta estos, no podemos llegar a una conclusión determinante acerca de la efectividad.
Me propongo entonces, y con el fin de llegar al fondo de la
cuestión, analizar el caso más paradigmático de la Guerra Contra las Drogas, el del país que ha liderado la cruzada contra las mismas (aunque como bien aclara el profesor
Don Boudreaux la guerra es contra los usuarios de gente que pacíficamente ha
optado por utilizar sustancias prohibidas por el estado). Me refiero a Estados Unidos, que desde principios del siglo XX ha llevado adelante una
consistente proscripción de la venta y uso de determinadas sustancias, comenzando con la
obligación a licenciar a vendedores de cocaína y opiáceos mediante la Harrison Narcotics Act 1914, la creación
del Federal Bureau of Narcotic en
1930 bajo la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, siguiendo con la
Marihuana Tax Act de 1937 (legislación a nivel federal, estatal y variados
convenios multilaterales se aprobaron en el ínterin), hasta que en 1970,
mientras varios Estados comenzaban a revertir las leyes que prohibían, por
ejemplo, el consumo de marihuana, se promulgó la Comprehensive Drug Abuse Prevention and Control Act. Así comenzó
la Guerra Federal contra las Drogas, tal como hoy la conocemos, lo que implicó
un aumento exponencial en los recursos destinados a perseguir a usuarios,
productores y comerciantes de las sustancias ahora prohibidas.
Está avanzada puede ser abordada desde distintos enfoques, la
prohibición de drogas (que recordemos Martín Siracusa niega su existencia) ha
tenido consecuencias económicas, políticas, sociales, raciales y de género,
entre otras. Con tan solo mencionar algunas podemos vislumbrar si esos efectos
han sido positivos o negativos, considerando que el objetivo de la prohibición
es eliminar la libre disponibilidad de las drogas que se encuentran bajo ese
régimen.
En Estados Unidos en el
2010, se han gastado 15 mil millones de dólares a nivel federal en la política
anti-drogas [1], a los que hay que sumarle 25 mil millones adicionales a nivel
estatal [2], es decir 50 mil millones de dólares en un solo año [3], todo esto
sin tener en cuenta otros costos como el mantenimiento adicional de las fuerzas
de seguridad, o la manutención del sistema penitenciario. En cuarenta años de
política anti-drogas ese número asciende a 1 billón de dólares [4]
Desde otro punto de vista, la Guerra contra las Drogas producto
de la prohibición, , ha logrado un aumento en el
porcentaje de población
encarcelada en ese país, pasando de una cifra correspondiente al periodo
1880-1980 que oscilaba entre 100 y 200 convictos cada 100.000 ciudadanos, a 754
cada 100.000, en 2008 [5]. Un cuarto de
ellos, por delitos no-violentos vinculados a las drogas. Este aumento, según el
estudio que hace de Rugy [5*], no se debe a un aumento en los delitos violentos
a partir de la década de 1980, sino a más personas detenidas por delitos
relacionados con las drogas.
El daño al tejido social que provoca la aplicación de las leyes
anti-drogas es monteariamente inconmensurable, pues es sabido y una variedad de
estudios lo confirman, que aquellas personas que pasan por la cárcel se hallan
con mayores dificultades para reintroducirse en la vida social y conseguir un
trabajo al salir de prisión [6]. Una cuestión aparte, y sobre la que se puede
encontrar extensa literatura sobre la misma [7] [8] [9], es el impacto desigual
que ha tenido la persecución de delitos relacionados con las drogas sobre la
población negra, lo que ha significado una desventaja adicional para su
desarrollo, crecimiento y prosperidad, en general, en la sociedad americana..
Lo mismo se puede decir para las mujeres víctimas de la persecución promovida
por la política anti-drogas, volviendo fugazmente al ámbito local, podemos
mencionar como las mujeres y extranjeros son mayoría a la hora de enumerar los
presos por delitos relacionados con drogas [9*]
En caso de que los factores económicos-sociales no sean
suficientes para probar la existencia y al mismo tiempo el fracaso de la Guerra
contra las Drogas, el análisis de las cifras de la evolución del consumo de
diferentes drogas puede ayudarnos a llegar a una conclusión final. Las
estimaciones de consumo hecha por Naciones Unidas, nos arrojan los siguientes
números [10]: el aumento de opiáceos entre 1998 y 2008 fue del 34,5%; el
aumento del consumo de cocaína fue en torno al 27% y por último, el cannabis
pasó de ser consumido por 147 millones de personas, a 160 millones, un aumento
del 8,5%. Los números que ofrece la Oficina de Naciones Unidas sobre Drogas y
Delito, no son alentadores [11] para aquellos que defienden la prohibición.
La prohibición además acarrea otros efectos [13] en el mercado
de drogas, similares a los que se dieron en la
Prohibition Era de 1920 a 1933 cuando estuvo prohibido el alcohol
en Estados Unidos, como un aumento en el poder de las drogas, una baja en la
calidad tornándola más peligrosa, incertidumbre acerca de los contenidos,
incertidumbre sobre la dosis consumida, el surgimiento de drogas fruto de la
prohibición como el paco o el crack, la aparición de mafias que controlan los
mercados de drogas, la violencia entre mafias y las mafias con las fuerzas
gobierno [14] (y las víctimas inocentes que quedan atrapadas en el medio), y un aumento en el precio de las drogas que
genera una necesidad de deliniquir para aquellos que sufren de una adicción, no
tienen recursos suficientes para satisfacer la misma, y deciden apelar al
delito.
Por último, la guerra contra las drogas es mencionada en
11.200.000 en una búsqueda en Google [15], y existe una vasta literatura a
favor y en contra de la misma. Negar su existencia, o negar que la prohibición
existe es negar la realidad. Asimismo las estadísticas brindadas nos llevan a
concluir que a pesar de la extensión de los recursos destinados a perseguir a
los consumidores de sustancias declaradas ilegales por el gobierno, no se ha
demostrado una disminución significativa en el uso de drogas, más bien todo lo
contrario. Se puede decir que la legislación anti-drogas ha causado más muertes
y ha destruido más familias que las propias drogas.
Más allá de la cuestión política de las drogas, nunca es
necesario dejar de lado la causa primordial por la que la Guerra contra las
Drogas representa una injusticia, y esto es, que se trata de una política que
ha generado tanto gasto, violencia, y muerte, intentando eliminar una actividad
en la que no hay una agresión a un tercero, donde no hay víctimas. El usuario
de drogas toma decisiones sobre que sustancia introducir en su propio cuerpo, y
no está forzando a nadie a hacerlo. Así como algunos optan por el alcohol, el
colesterol, los azucares, u otras
sustancias, se ha destinado una infinidad de recursos contra un pequeño grupo
que ha decidido optar por consumir ciertos químicos que los gobiernos han
decretado su prohibición, y a partir de ello han generado consecuencias
desastrosas.
La cuestión de drogas merece un debate extenso, y sin intereses
creados. Es un debate sobre derechos individuales y sobre el respeto de los
planes de vida personales, pero fundamentalmente sobre la efectividad de las
leyes de antidrogas. Que la prohibición haya fracasado, que los miles de
millones (o millón de millones) de dólares,
las armas y el uso de la fuerza no hayan podido eliminar la oferta y
demanda de drogas es un asunto a tener en cuenta, o mejor dicho, es él asunto a
tener en cuenta, un debate que no comprenda estos efectos es un debate
infructuoso, como al que asistí y me llevó a escribir este artículo. Por eso
mismo creo necesario un nuevo debate, sin dejar de lado el quid de la cuestión.
===
[0] Sobre el tema Nuestro derecho a las drogas [Libro] / aut.
Szasz Thomas. - Barcelona : Editorial Anagrama , 2001.
[1] Según la Office of National
Drug Policy [http://www.whitehouse.gov/sites/default/files/ondcp/Fact_Sheets/fy2010_accounting_of_drug_control_funds_report_and_letters_june_2011.pdf]
[2] Jeffrey A. Miron &
Kathrine Waldock: "The Budgetary Impact of Drug Prohibition," 2010. CATO
Institute. [http://www.cato.org/pubs/wtpapers/DrugProhibitionWP.pdf]
[3] Para tener una mangitud
del precio, a la Argentina ingresarán en 2012 alrededor de 8.100 millones de
dólares por ingresos fiscales de la soja o la facturación anual de Google ha
sido de 40 mil millones de dólares en 2011.
[4] Un billón de dólares,
en inglés a trillion
(1.000.000.000.000). [http://www.foxnews.com/world/2010/05/13/ap-impact-years-trillion-war-drugs-failed-meet-goals/]
[5] John Schmitt, Kris Warner, y Sarika Gupta
“The high budgetary cost of incarceration” Junio 2010. Center for Economic and
Policy Research. [http://www.cepr.net/documents/publications/incarceration-2010-06.pdf]
[5*]
Veronique De Rugy. Prison Math. Reason Mag. Julio 2011 [http://reason.com/archives/2011/06/08/prison-math]
[6] Becky Pettit & Bruce Western. Mass Imprisonment and the Life Course: Race and Class Inequality in US incarceration. American Sociological Association [http://www.asanet.org/images/members/docs/pdf/featured/ASRv69n2p.pdf]
[7] Kenneth B. Nunn, Race, Crime and the Pool
of Surplus Criminality: or Why the 'War on Drugs' Was a 'War on Blacks', 6
Journal of Gender, Race and Justice [http://heinonline.org/HOL/LandingPage?collection=journals&handle=hein.journals/jgrj6&div=19&id=&page=]
[8] Males, Mike, "Misdemeanor marijuana
arrests are skyrocketing and other California marijuana enforcement
disparities," Center on Juvenile and Criminal Justice (San Francisco, CA:
November 2011), p. 6. [http://cjcj.org/files/Misdemeanor_marijuana_arrests.pdf]
[9]
Jacob G. Hornberger. Racism and the Drug
War. The Future Freedom Foundation. [http://www.fff.org/comment/com0303e.asp]
[10] Global Commission on Drug Policy. Report
of the Global Commission on Drug Policiy. Pág. 4 2011.
[http://www.globalcommissionondrugs.org/wp-content/themes/gcdp_v1/pdf/Global_Commission_Report_Spanish.pdf]
[11]
Situación del consumo, la producción y el tráfico de drogas ilícitas a nivel
mundial. Resumen Ejecutivo. UNDOC [http://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/WDR2011/ExSum-translations/WDR_-_2011_-_SP.pdf]
[13]
Para un estudio detallado de los mismos referirse a: Economics of
Prohibition / aut. Thornton Mark. - Salt Lake City :
University of Utah Press, 1991. [http://mises.org/books/prohibition.pdf]
[14]
Adam Dubove. ¿Un paso en falso en el debate sobre drogas?. Partido Liberal
Libertario. Marzo 2012 [http://liberallibertario.org/home/index.php/articulos/todos-los-articulos/354-un-paso-en-falso-en-el-debate-sobre-drogas]